La idea de declararse insolvente suena como una opción lejana viable solo en algunos casos. Incluso los préstamos de familiares y amigos son considerados para la declaración de insolvencia.
La crisis socioeconómica actual agudiza la situación. Las personas ahora buscan conocer el estado actual de sus finanzas en vista de que el panorama se ha complicado mucho más de lo esperado por cualquiera. Muchas veces, la situación financiera supera las posibilidades de cada quién, lo que orilla a tomar nuevas decisiones.
Antes la imposibilidad de pagar las deudas previamente adquiridas, lo mejor es declararse como insolvente si existe esa posibilidad. Resulta más conveniente seguir este camino, en lugar de adquirir nuevas deudas para pagar las anteriores, o simplemente dejar crecer a las existentes.
Lo que significa declararse insolvente
De acuerdo con el artículo 2 de la Ley 22/2003, se considera insolvencia cuando una persona física o empresa no puede pagar sus deudas. Por tanto, se trata de una situación jurídica formalmente establecida y decretada en un procedimiento judicial. En otros términos, se le conoce como bancarrota o quiebra.
Es importante destacar que una persona se declara insolvente porque ha agotado todas sus posibilidades para afrontar sus deudas. En este caso, no hay otra alternativa.
Opciones para la declaración de insolvencia
Existen dos maneras en las que declarar como insolvente a una persona:
- El acreedor decide declarar insolvente al deudor, por lo que será esta entidad acreedora la que justifique el estado de insolvencia.
- El deudor es quien se declara insolvente, por lo que él mismo deberá justificar su estado de endeudamiento e insolvencia.
Una duda que surge aquí es qué hacer cuando se trata de una deuda con un amigo o familiar. Lo cierto es que el préstamo entre amigos y familiares tienen un trámite legal que indica de forma clara los detalles de la transacción. Por tanto, también quedan bien definidos los roles de cada uno y lo que corresponde hacer cuando se cae en una situación de impago.
Tipos de insolvencia
La situación financiera de cada persona varía. Las necesidades cambian con el pasar del tiempo, e incluso pueden surgir imprevistos que traigan consigo nuevas necesidades que no se habían considerado antes. Un ejemplo perfecto de ello son el crecimiento de la familia o un nuevo problema de salud.
Incluso con una planificación familiar y financiera, puede darse el caso de que la persona se vea imposibilitada de pagar sus deudas por razones diferentes. También se puede dar el caso de una situación complicada que haya llevado a perder la posibilidad de pago.
Por tanto, podemos dividir los tipos de insolvencia en dos:
- Actual: es en la que el deudor no dispone de la capacidad para hacer frente a sus deudas.
- Inminente: cuando se anticipa que no podrá responder por las deudas de forma regular y puntual en un futuro próximo.
Soy insolvente, ¿por dónde empiezo?
El proceso es más o menos sencillo, aunque toma un poco de tiempo recopilar toda la documentación lo más detallada posible. Los pasos a seguir son:
- Negociar con los acreedores, ya sea para disminuir la deuda o alargar los plazos. Esto sería lo mejor, en especial si el deudor vio con antelación que tuvo una situación que afectó demasiado sus ingresos y/o egresos. En un caso ideal, se llega a un acuerdo y no es necesario continuar con el proceso.
- Acudir al Juzgado de lo Mercantil para presentar la declaración y el resto de documentación solicitada. El objetivo es demostrar que no se tienen opciones de pago y que no se trata de una manera de sortear los impagos.
- A fin de cuentas, el juez será el que dictamine si estima o deniega la declaración de insolvencia.