A veces las emociones pueden ser tan fuertes que nos impulsan a realizar compras sin tener en cuenta las consecuencias financieras, y esto es lo que se llama gastos emocionales.
A menudo, se realizan con una tarjeta de crédito porque permite ampliar la cantidad de dinero a gastar, aunque sea de manera ficticia. Las consecuencias suelen incluir deudas que no se pagan a tiempo y problemas económicos que crean un efecto bola de nieve negativo.
¿Qué son los gastos emocionales?
Los gastos emocionales son compras que hacemos para satisfacer una necesidad emocional, como el estrés, la tristeza, la ansiedad, el aburrimiento, o incluso la baja autoestima. Estos gastos no responden a un plan ni a un presupuesto, sino que se basan en el deseo obtener una gratificación inmediata.
Esto es lo que se esconde detrás de comprar ropa nueva cuando nos sentimos deprimidos, o al pedir comida a domicilio en momentos de cansancio. No es algo que surja en un momento de impulso específicamente, sino la acumulación de un problema no resuelto que termina de forma espontánea en una compra.
Los gastos emocionales pueden ser perjudiciales para nuestra economía, especialmente si los hacemos con una tarjeta de crédito. Al usar este método de pago, podemos caer en la ilusión de que tenemos más dinero del que realmente hay disponible, y gastar más de lo que podemos pagar. Esto genera intereses, comisiones y deudas que se acumulan con el tiempo.
¿Por qué tenemos gastos emocionales?
Tienen que ver con la forma en la que gestionamos nuestras emociones. Puede haber ocasiones en los que no sabemos cómo afrontar lo que sentimos, y buscamos la salida fácil en forma de consumo. Otras veces la publicidad, las redes sociales, la presión social o alguna oferta pude hacernos creer que necesitamos algún producto o servicio para obtener felicidad.
También pueden estar relacionados con la falta de educación financiera. Muchas personas no tienen hábitos de ahorro ni controlan sus ingresos y gastos. Esto les impide tener una visión clara de su situación económica y tomar decisiones racionales sobre su dinero.
Por tanto, son una combinación complicada de abordar porque hay que entender nuestra situación para buscar trabajar en ella, en lugar de intentar liberarnos de ellas a través del consumo.
¿Cómo evitar los gastos emocionales?
Si bien no podemos solucionar problemas rápidamente, al menos podemos evitar que terminen en gastos emocionales.
Lo primero es identificarlos con las siguientes preguntas:
- ¿Realmente necesito esto?
- ¿Lo compraría si me sintiera mejor?
- ¿Va a tener consecuencias negativas en mi economía?
- ¿Hay otras formas de satisfacer esta necesidad emocional?
También es necesario tener un presupuesto mensual que incluya todos nuestros ingresos y los gastos fijos y variables, así como un fondo de emergencia para imprevistos. Es una manera de entender cuánto dinero que tenemos en realidad, y hacer gastos sin comprometer la estabilidad financiera.
Un pequeño truco para disminuir los errores al usar una tarjeta de crédito es limitarla a gastos específicos que ya han sido planeados. Para esas compras espontáneas es mejor utilizar dinero en efectivo, porque así entendemos de manera visual cuánto dinero estamos gastando, y tenemos un límite físico que nos evita endeudarnos de más.
Por supuesto, lo ideal es aprender a gestionar nuestras emociones de forma saludable, en lugar de recurrir al consumo como esa vía de escape. Implica un trabajo largo que no va a tener consecuencias visibles a corto plazo, pero siempre va a ser beneficioso. Algunas ideas son hacer deporte, leer, escuchar música, hacer algún tipo de arte, o solo hablar con un amigo.