La procrastinación, ese hábito de posponer tareas y responsabilidades para más adelante. A todos nos suena porque se ha convertido en un problema común en la sociedad actual. Parece inofensiva al mismo tiempo que es muy fácil caer en ella, pero tiene un coste real que puede afectarte en diferentes áreas de tu vida si se sale de control.
Es normal sentir pereza y querer evitar algunas tareas que no te gustan, pero nunca debería convertirse en un hábito porque comienza a aparecer un sentimiento de culpa que parece incontrolable. Además, tampoco es natural querer aplazar incluso con actividades recreativas o básicas en el día a día.
En el momento en que esta pereza parece volverse una tendencia es cuando la podemos llamar procrastinación. E incluso así, no necesariamente es raro procrastinar sobre ciertas tareas desagradables como tener que ir al médico, pero nunca debería llegar a un nivel incontrolable. Aquí es cuando aparecen sentimientos profundos de estrés, culpa y ansiedad.
Controlarla te podría ayudar a corto y largo plazo. Es un cambio de hábitos que debería mejorar tus finanzas personales, cambiar tu manejo del tiempo, e incluso tu salud en general al evitar esta sensación de culpa constante.
¿Entonces por qué caemos en la procrastinación si parece peor que simplemente realizar las tareas pendientes?
Las causas de la procastinación
Es un poco más complejo que no tener ganas de hacer algo. Se trata del síntoma de un problema que está por detrás y todavía no se ha resuelto. Las causas más comunes son las siguientes:
- Miedo al fracaso. Es simple: si no comienzas una actividad, no existe la posibilidad de no poder completarla por falta de habilidad. Es un pensamiento intrusivo que hay que detectar porque parece lógico hasta que se cambia, o incluso es posible que nunca te hayas dado cuenta de que tienes ese miedo.
- Falta de motivación. Existen muchas tareas desagradables que hacer, incluso simples como lavar los platos. La idea es tener la disciplina para hacerlas, pero tener una motivación te va a ayudar. Esta motivación podría ser la más simple, pero es verdad que no debe ser la razón principal si hablamos de tareas habituales porque la motivación se pierde, y la disciplina no.
- Falta de organización. Cualquier tarea parece más grande de lo que es si no existe un plan para realizarla. Sin embargo, evita caer en la sobre planificación porque va a contribuir a la procrastinación.
- Distracciones. El mundo actual está lleno de distracciones constantes que se han vuelto difíciles de ignorar. Hay que reducirlas para no perder el enfoque, sobre todo si te has dado cuenta de que te cuesta demasiado esfuerzo mental realizar tareas que antes eran sencillas para ti.
De todas maneras, la procrastinación podría provenir de un problema más profundo más complicado como un entorno demasiado caótico o algún período difícil. Hay que aprender a regular este comportamiento, incluso bajos estas circunstancias.
Las consecuencias de no tratar la procrastinación
La más inmediata es esta sensación de estrés por tener tantas tareas pendientes, e incluso no poder avanzar en otras sin haber acabado las primeras. Esto crea un ambiente desordenado que dificulta todo lo demás que esté relacionado con lo que sigue pendiente.
Esto fácilmente podría derivar en problemas de autoestima porque aparece la culpa al no cumplir con tus responsabilidades. A largo plazo, incluso podría implicar dejar de lado actividades recreativas que antes te generaban placer.
Tienes que tener motivaciones, planes, disciplina para hacer las tareas que tienes y quieres hacer. Gestiona las recompensas que vas a recibir, de manera que entiendas que lo que haces sí tiene beneficios para ti.