Vivimos en una sociedad en la que una gran parte de nuestras compras se financian con créditos: la tarjeta de crédito, la hipoteca y el préstamo del coche son algunos de ellos. A largo plazo, lo normal es que usarlos conlleve a pagar más, pero también da la posibilidad de usar esa compra con mucha antelación.
La tarjeta de crédito es uno de los instrumentos financieros más utilizados por su comodidad. Es fácil pagar con ella cualquier producto o servicio, incluso si no tienes el dinero disponible al momento. A pesar de que suena como una maravilla, esta facilidad de uso trae consigo también una tendencia a cometer errores.
Lo que debes evitar si tienes una tarjeta de crédito
Es un producto financiero que estamos prácticamente obligados a utilizar si aspiramos a créditos más grandes. Sin embargo, esto no implica hacer un mal uso de ella.
- Usar la tarjeta para gastos diarios. Los intereses bancarios son bastante elevados, lo que implica que se deberían evitar todo lo posible. Financiar los gastos recurrentes con una tarjeta de crédito es generar intereses innecesarios. No vale la pena hacer la compra de alimentos y otros productos con la tarjeta porque solo aumenta la deuda.
- No revisar el estado de cuenta. Todos los meses las instituciones financieras envían un resumen de la cuenta en el que se aclaran todos los movimientos. Aquí te puedes dar cuenta de si tu planificación coincide con el uso que se le haya dado a la tarjeta.
- Ignorar los descuentos de las tarjetas. Algunas tarjetas dan bonificaciones y descuentos en compras, los cuales se deberían aprovechar siempre que se pueda (sin aumentar necesariamente su uso).
- No guardar los comprobantes de pago. Para algunos, utilizar la tarjeta es un acto indoloro porque no ven el dinero físico siendo gastado. Los comprobantes sirven como pruebas reales del estado de cuenta. Además, son tu respaldo para comprobar tus egresos actuales con los pasados.
- Pagar con retraso. El banco cobra una comisión por el impago, la cual se incluye con las cuotas del siguiente mes. Esto propicia que se cree una bola de nieve en la que se vuelva complicado pagar la tarjeta por completo en el futuro cercano.
- No planificar los gastos. Identificar los patrones de consumo ayuda a definir un presupuesto familiar. La idea es determinar la capacidad de ahorro y utilizar los recursos disponibles de una forma eficiente. De esta manera, se evita con mayor facilidad el abuso de las tarjetas porque disminuyen los gastos imprevistos.
- Prestar la tarjeta de crédito. Es una práctica común dentro del núcleo familiar, pero hay que recordar que está pensada para el uso personal. El titular de la cuenta es el responsable ante el banco del uso y de los gastos realizados, así que debería controlarla en todo momento.
Caer reiteradamente en estos errores trae como consecuencia una deuda que no se puede afrontar de manera convencional. En su lugar, se necesita establecer un plan de pago y hacer ajustes en los hábitos de consumo y del uso de la tarjeta.
¿Qué hacer para recuperar el control de la deuda?
Lo primero es dejar de utilizar la tarjeta de crédito, a menos que sea absolutamente imprescindible. En este punto, el objetivo es pagarla en su totalidad, y no adquirir algún producto o mejorar el historial crediticio. Para ello, quizás sea necesario tomar medidas drásticas.
En una situación demasiado complicada, reunificar las deudas es una de las salidas. Implica reunirlas todas en un solo pago mensual algo menor a lo que ya pagas, a cambio de hacerlo durante una mayor cantidad de meses. En otras palabras, pagas menos mes a mes, a cambio de pagar una mayor cantidad en total.
Es una medida contraproducente si miramos a largo plazo, pero puede ser la única solución si la totalidad de tus deudas es tal que no puedes llegar ya a fin de mes.