Seguramente tengas una de ellas en tu cartera. O varias, incluso. Las tarjetas se han convertido en uno de los métodos de pago más extendidos en los países desarrollados debido a la seguridad, comodidad y rapidez con las que podemos tramitar nuestras compras cotidianas. Sin embargo, mucha gente a la hora de solicitar una tarjeta a su banco desconoce cuáles son las características que diferencian una tarjeta de crédito de una tarjeta de débito, o si conviene más una, o la otra.
Antes que nada, recordamos que no hay una tarjeta mejor o peor, puesto que varía según las necesidades de cada persona. Con esto queremos decir que, dependiendo de tu situación económica y de tus particularidades como cliente, puede ser más conveniente que pidas una tarjeta de crédito, que una de débito, y viceversa. Sus diferencias son las siguientes:
La forma de pago es la principal diferencia entre ambas tarjetas. Una tarjeta de crédito te permite pagar y sacar dinero de tu cuenta, aunque te quedes sin fondos. De esta manera, el banco “financia y cubre” tus gastos, cobrándote una determinada comisión por ello. En cambio, al usar una tarjeta de débito cargas la deuda/pagos directamente en tu cuenta corriente (o de ahorro), por lo que nunca podrás sacar más dinero del disponible en tu cuenta, ni el banco te cobrará comisión, por regla general.
Respecto a la tarjeta de crédito, existen tres maneras de “devolver” el dinero al banco: un día establecido del mes siguiente al que se efectúa la compra (fijado en el contrato), mediante un porcentaje (que tendremos que afrontar todos los meses) o a través de una cuota fija mensual (también conocida como revolving).
Financiación. Las tarjetas de crédito te permiten financiar aquellas compras o gastos superiores extraordinarios, es decir, te permite afrontar una deuda a plazos sin tener que desembolsar el pago total en el acto. De esta forma, para garantizar que tienes unos ingresos mensuales estables y recurrentes, el banco puede obligarte a domiciliar tu nómina o pensión. Las tarjetas de débito, por el contrario, no están diseñadas para financiarte ningún tipo de compra, puesto que son un medio de pago de por sí.
Comisiones. Aparte de las comisiones derivadas de cada financiación, las tarjetas de crédito tienen una cuota anual y de emisión, al contrario que las tarjetas de débito.
Edad. Si estás leyendo este artículo y eres menor de edad, debes saber que las tarjetas de crédito, por su funcionalidad, solo se conceden a personas mayores de 18 años, mientras que a las tarjetas de débito pueden acceder todas aquellas personas que tengan más de 14 años.
En definitiva, podemos decir que las tarjetas de débito son muy útiles para las compras diarias y cotidianas, ya que no cuentan con intereses asociados ni pagos aplazados, además de que, por sus características, te permiten controlar tu nivel de endeudamiento, impidiéndote gastar más dinero del que dispones.
En cambio, la gran ventaja de las tarjetas de crédito es clara: te puede servir como método de financiación -y te permite pagar a plazos- en caso de que no dispongas del saldo suficiente en el momento de la compra, además de ofrecerte mayor seguridad y protegerte contra un posible fraude (en el caso de comprar un producto defectuoso, estarás cubierto por el seguro de la tarjeta).
Sin embargo, con las tarjetas de crédito es fácil perder el control de las cantidades adeudadas o de las cuotas que quedan por pagar, por lo que muchas personas recurren a los préstamos rápidos debido a su transparencia y por tener un mayor control de la cantidad adeudada y del plazo de devolución del mismo.